Durante más de 20 años, como buenas hormigas, los peruanos nos dedicamos a producir y a ahorrar, logrando estabilidad monetaria, buenas reservas y una economía creciente.
La historia donde la cigarra se pasa el verano cantando mientras las hormigas trabajan enseña la importancia del esfuerzo sobre el ocio. Hoy, esta simple fábula puede también ayudar a entender las consecuencias de las medidas del Gobierno con respecto al gasto y la producción. Veamos.
“Regalar sin producir hace que pierda el país”.
Durante más de 20 años, como buenas hormigas, los peruanos nos dedicamos a producir y a ahorrar, logrando estabilidad monetaria, buenas reservas y una economía creciente. Y como en la fábula –que nos cuenta que, llegado el invierno, la cigarra pasaba hambre y frío mientras las hormigas estaban protegidas–, aquí las reservas nos ayudaron a enfrentar, a pesar de las pésimas decisiones políticas, el COVID-19.
Hoy vemos que, buscando amainar la protesta por la subida de precios, el Gobierno sigue la misma política de reparto, dando más subvenciones y bonos, quitando el IGV a productos, reduciendo peajes e impuestos y relajando controles. El problema es que si bien algunas de sus decisiones son justificables, ellas se dan sin paralelamente apoyar a la generación de riqueza que reemplace lo gastado. Así, ignorando que el invierno llegará indefectiblemente, en lugar de ayudarlo, dificulta el trabajo del sector productivo grande y pequeño. Le incrementa costos de personal, ordena días no laborables, limita el uso de insumos y deja impunes a quienes les cierran caminos o atentan contra instalaciones.
No consideran el impacto amplio de sus medidas. Que la subida del sueldo mínimo generará más precariedad y hambre a millones de personas que no tienen ingreso fijo. Que las restricciones a la producción generarán escasez, aumentarán el desempleo y harán subir los precios de los productos que la población consume. Y que más temprano que tarde, la cigarra lo entendió muy bien, no habrá recursos para proteger al pueblo.
Probablemente actúan creyendo que la población les agradecerá dándoles aprobación. No ven que, así como la banca internacional analizó sus actos y disminuyó la calificación crediticia del país, las crecientes protestas en las calles muestran que las mayorías también los evalúan y les han quitado su confianza. A menos, segunda hipótesis, que piensen que su situación es insostenible y solo quieren pasarle grandes problemas a quien los reemplace. En ambos casos, la estrategia de la cigarra, de regalar sin producir, hace que pierdan ellos y pierda el país.
Artículo publicado en El Comercio
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