El dinamismo y la coherencia son aspectos clave de las estrategias empresariales.
El concepto de estrategia responde normalmente al enfoque que adoptamos para enfrentar una dificultad o un desafío. Sin embargo, no necesariamente requerimos una estrategia cuando enfrentamos un problema. También deberíamos planificarlas para las eventualidades que puedan ocurrir en el giro de un negocio. De modo que tener una estrategia es poseer un enfoque destinado a sobreponerse a obstáculos y dificultades. Sin embargo, muchas veces esta es confundida y, en lugar de ser una herramienta útil, las empresas las construyen como una combinación de políticas incoherentes.
“Las empresas deben comprender que, para sobreponerse a sus desafíos o problemas, debe entender su naturaleza y su origen”.
Así, las empresas precisan sus planes y estrategias siguiendo un lineamiento general, el cual es definido por el director ejecutivo de la empresa. De esta manera, la dirección podría enfocar sus objetivos organizacionales anclándolos a los objetivos financieros. Esto resulta normal pues, en su mayoría, la compensación del director ejecutivo está en relación con los resultados contables de la empresa. Pero ello genera un sesgo que se puede esparcir hacia los otros departamentos de la organización. Finalmente, esto produciría que las otras unidades del negocio presenten estrategias para objetivos como crecimiento en ventas, rentabilidad o cuota de mercado. Así, en ocasiones incluso los directores confunden el verdadero propósito de una estrategia, tomándolas como herramientas para alcanzar ciertos objetivos financieros que podrían inclusive ser arbitrarios.
Las empresas suelen olvidar la necesidad de realizar un análisis de los obstáculos y desafíos que enfrenta y podría enfrentar una empresa para poder diseñar una combinación de políticas organizacionales y acciones que las atiendan. Para crear una estrategia, tenemos que aceptar el ambiente complejo y dinámico al que nos enfrentamos, mantener la coherencia entre nuestras acciones y las políticas que definamos, balancear los problemas con las ambiciones que perseguimos, así como reconciliar estas últimas con los valores y deseos de las partes interesadas del negocio. Las empresas deben comprender que, para sobreponerse a sus desafíos o problemas, deben entender su naturaleza y su origen, en lugar de definir metas que no promuevan una solución.
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