El éxito no es garantizado, requiere de mucha valentía y esfuerzo.
Nuestra mente está entrenada a reducir la incertidumbre del futuro para evitar el estrés y el discomfort de no saber qué pasará. Por tanto, es natural que busquemos evitar tomar decisiones que puedan ser difíciles. No obstante, son precisamente estas decisiones aquellas que pueden cambiar nuestra vida y las que tienen un impacto más significativo en nuestra vida personal o profesional.
Decisiones como comprar un departamento, cambiar de línea de carrera, partir en tour del mundo, seguir nuestra pasión, casarse o tener un hijo son el tipo de decisiones que nos llenan más de orgullo. Entonces, si el resultado de estas decisiones nos llena de orgullo, ¿por qué nos cuesta tanto enfrentar más seguido estas situaciones? En parte, la incertidumbre y el temor al fracaso es una reacción normal. Para tener una idea del resultado, hace falta mirar al pasado para consultar nuestras experiencias pasadas.
Para tomar una decisión difícil, empecemos por analizar cuál es el problema y cuáles podrían ser los resultados. El no tomar acción es tomar una decisión en sí con el costo de dejar de lado nuestras aspiraciones. Lo más probable es que seamos atacados por la incertidumbre de no saber cuál será el resultado, ante lo cual debemos revisitar nuestras decisiones pasadas más difíciles y buscar encontrar similitudes entre situaciones pasadas y la actual. En este momento, es importante que también podamos identificar errores en el pasado que podrían impedir que alcancemos un buen resultado y estudiar cómo mejorar a partir de estos errores.
El éxito no es garantizado, requiere de mucha valentía y esfuerzo; sin embargo, si ver en nuestro pasado no nos da fuerza para tomar la decisión, nos dará al menos introspección y reflexión para disipar algunos de los miedos que tenemos al riesgo.