Opinión
 
 

Se sabe que en la vida diaria casi nadie abandona algo, por muy malo que sea, si no tiene alternativas a la vista. Pareciera que este fenómeno es también la causa del inmovilismo político de la población hoy.

“Las críticas deben acompañarse de una alternativa”.

Los especialistas saben que, en general, las personas abusadas por sus parejas solo las abandonan cuando tienen un lugar seguro donde refugiarse. Los que conocen de temas afectivos ven que es común que los cónyuges se separen solamente cuando encuentran a alguien más atractivo. Los mercadólogos observan que los monopolios únicamente funcionan cuando los consumidores no tienen otra forma de satisfacer su necesidad. ¿No explicará eso también por qué habiendo un gran descontento popular contra las autoridades electas la población no actúa para ejercer sus derechos democráticos? ¿No será que, al no tener una alternativa clara, prefiere actuar como lo hacemos todos cuando estamos en la oscuridad absoluta, que es quedarnos inmóviles esperando a que aparezca al menos una pequeña luz que nos guíe?

No me gusta cómo funciona este Gobierno, dice el ciudadano, pero nada me asegura que, si me movilizo para cambiarlo, no aparezca algo peor. ¿Que ya no puede haber peor? La última elección me ha enseñado que siempre es posible que las cosas desmejoren. Y hasta prefiero creer en sus promesas de mejora consistentemente incumplidas si mi opción es que asuma el Congreso, al que tampoco quiero. Peor aun, como en las parejas, el agresor sabe que su fuerza es la debilidad de las opciones del agredido y, sabiéndolo, no tiene incentivo para cambiar de comportamiento.

Resulta evidente, entonces, que las innumerables críticas a la mala calidad de las autoridades y el perjuicio que hacen al país no darán resultado práctico si no se acompañan de una alternativa que la sociedad considere mejor. Más vale malo conocido que bueno por conocer, dice la ciudadanía.

¿Qué características debería tener esa alternativa? Primero, debería ser un movimiento que tenga a la cabeza a uno o varios ciudadanos carismáticos, bien preparados, cercanos a las mayorías y con posiciones no extremistas de izquierdas o derechas. Segundo, es indispensable que resulte de alianzas de los muchos grupos con ideas afines que existen, que, por no juntarse, generaron el río revuelto de las últimas elecciones. Tercero, debe empezar ahora y no esperar a cuando eventualmente se llame a elecciones, porque su objetivo será hacer que estas se convoquen si no mejora drásticamente la actuación del Gobierno y del Congreso.

¿Más argumentos? La verdad de dos refranes populares. El que dice que nadie se quiere tirar a una piscina sin agua y el que señala que a quien madruga Dios lo ayuda. 

Autor: Rolando Arellano

Artículo publicado en el Diario El Comercio.

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